Este debate que parece iniciarse es muy interesante. Creo (no sólo yo) que aún en las personas aparentemente más desarrolladas subyacen (a nivel inconsciente) restos muuuuuuy primitivos, arcaicos, de recién nacido, omnipotentes que niegan la muerte o sus equivalentes (los hechos de la vida que nos ponen limitaciones en forma de enfermedades, contratiempos, etc., etc.,) que nos procuran dolorosos sentimientos de impotencia o creamos creencias que nos alivian en forma de religiones y otras formas de vida mas allá de la muerte. El caso es eludir como sea el fin último: la muerte, la nada.
Todos, en cualquier momento de nuestra vida, estamos invitados a sentirnos inferiores. Quienes pueden tolerarlo y asumirlo, pues genial porque son más felices. Quienes no, sin darse cuenta, están pidiéndole a las personas y al hecho de vivir que les compense esta inferioridad y aquí, entre las variadas formas de "superar" el famoso complejo de inferioridad, se encuentra lo que dice Montana sobre la apetencia o gusto por los deportivos o por burro grande aunque no ande. Yo creo que lo que diferencia un gusto de una compensación de un sentimiento de inferioridad es el exceso: Sólo deportivos y que me vean, grandes coches y que me vean, un coche pequeño pero muuuuuuuuy especial, nada que sea corriente y pase desapercibido. El exceso, lo radical, remite a pensar en una compensación (no está nada mal en comparación de otras ya aberrantes que han salido a la luz últimamente) de un conflicto inconsciente que intenta resolverse de esta manera.
Me gustan los deportivos, me ponen nervioso de placer. Me gustan los coches grandes, no excesivos, de buen apoyo y con interior acogedor con buen sonido de motor, etc. Nunca se me olvidan las sensaciones de un 220 se pontón, cordoba-19 mil y pico, o un 500 sl, o un 280 se, por no decir nuestros ID, DS y CX y algunos más. Pero los rabiosos sonidos e incomodidades de un deportivo me suben muy, muy, (exceso) los nervios.
Excusas por el tostón.
Un abrazo 
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